Las actividades, acciones y contenidos de TierrActiva Perú se basan en un enfoque de Justicia Climática e Interseccionalidad.
¿Qué es la Interseccionalidad?
La interseccionalidad se centra en cómo las categorías sociales como el género, la raza, la clase socio-, las habilidades diferentes, la orientación sexual, la religión, y otros ejes de identidad interactúan en múltiples niveles, contribuyendo a la discriminación, exclusión, desigualdad social e injusticia sistémica.
Asumir un enfoque de interseccionalidad busca visibilizar y abordar los diferentes privilegios y opresiones que tod@s tenemos, para construir un movimiento activista más justo, inclusivo y coherente. Como concepto, fue acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989, en el contexto de las luchas afro-feministas en EEUU.
«En el movimiento por la justicia climática,
un análisis de interseccionalidad ayuda a explicar por qué no podemos simplemente luchar por una versión más verde y más limpia del sistema actual mediante la reducción de emisiones, frenando la deforestación y transicionando a energías renovables. El colapso de nuestros ecosistemas y desastres como huracanes y derrames de petróleo siempre han afectado a algunas personas más que a otras. Usualmente, también son esas mismas comunidades que tienen un menor acceso a recursos –como vivienda segura– que les podría ayudar a sobrevivir la devastación económica que viene con el colapso ecológico. (…)
Debemos recordar: la interseccionalidad no es sólo estructural. También es personal. La mayoría de nosotr@s cargamos con capas superpuestas de privilegio y opresión. Como mujer migrante de color de una familia de clase trabajadora, puedo entender lo que es estar al frente de múltiples opresiones, pero también tengo el privilegio del acceso económico y social que mi educación universitaria, mi raza mestiza y parte de la transición de mi familia hacia la clase media me dan. Ignorar estas diferencias reales finalmente permite que opresiones históricas se sigan dando; minimizando, erradicando y silenciando a ciertas voces.
A una escala mayor, debemos brindar recursos y acceso a aquellos que no los tienen, en maneras que no sean superficiales. L@s activistas tenemos que dejar de hablar de «empoderar» a las personas en los márgenes, como si no tuvieran ya su propio poder. Se trata de alejarse de los reflectores para dar espacio a otras personas, y de valorar el hecho de que el poder ya existe en comunidades marginalizadas. También se trata de entender nuestras propias identidades, de ver cómo nos beneficiamos del sistema y cómo no – y asumir responsabilidad por nuestras capas de privilegio en cómo nos movemos por el mundo. Se trata de que las organizaciones establecidas sean concientes de las desigualdades que perpetúan, especialmente en términos del acceso a recursos y al mercado laboral en el complejo sin fines de lucro. Mediante todo esto, debemos comprometernos a trabajar con cuidado a pesar de la urgencia de nuestras crisis, y de mantenernos responsables cuando surjan dinámicas destructivas.»
–Henia Belalia (Traducción propia)
Recursos adicionales:
- Interseccionalidad: Una herramienta para la justicia de género y la justicia económica
- Interseccionalidad: Una alternativa para vivir en la diversidad
- En inglés: Get Intersectional! (Or Why Your Movement Can’t Go It Alone)
¿Qué es la Justicia Climática?
Los movimientos por la justicia climática buscamos hacer frente a las desigualdades y discriminaciones que son generadas o alimentadas por los efectos del cambio climático.
El enfoque de justicia climática coloca al centro a las poblaciones especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. Asimismo, la justicia climática busca reconocer las responsabilidades comunes pero diferenciadas entre países con distintos niveles de desarrollo, exigiendo que se honre la deuda histórica que tienen los principales emisores de CO2. Por ejemplo, esto implica diferenciar lo que debe invertir cada país para los fondos internacionales de adaptación al cambio climático.
En el contexto de las negociaciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas de Cambio Climático (CMNUCC), o las COP anuales, grupos y países con un enfoque de justicia climática se oponen al límite de 2 grados Celsius, y proponen 1.5 grados como el límite de calentamiento global al que debemos llegar. ¿Por qué? En líneas generales, hablar de un promedio global invisibiliza los impactos diferenciados que dicho promedio puede tener en las poblaciones más vulnerables – en este caso, 2 grados implicaría un calentamiento de 3 grados a más en zonas del África, con consecuencias devastadoras, e implicaría el hundimiento total de países-isla en el Océano Pacífico.
Otro de los principales ejes del movimiento por la Justicia Climática es el rechazo a las falsas soluciones al cambio climático, y el apoyo a las alternativas y respuestas que permiten solucionar la crisis climática desde las comunidades, y desde las raíces del problema. Las falsas soluciones son aquellas respuestas al cambio climático que se basan en las tecnologías «salvadoras» y las soluciones de mercado, como por ejemplo el mercado de créditos de carbono. Los créditos de carbono se basan en el principio de que las empresas paguen por seguir contaminando, y que dicho dinero compense iniciativas de conservación en otros lares. Como ha sido investigado y denunciado en múltiples oportunidades, esta lógica simplifica la realidad compleja de la crisis climática y ambiental, perpetúa el modelo industrial insostenible, otorga falsas compensaciones y distrae de lo que realmente se necesita para enfrentar el problema.
Una respuesta efectiva no puede depender de aquello que originó la crisis climática -la crisis de sistema- en primer lugar: los combustibles fósiles, la mega industria, la búsqueda de lucro privado, y el mercado. Por ejemplo, en el caso de la adaptación y mitigación del cambio climático en el ámbito de la agricultura, el movimiento de justicia climática La Vía Campesina propone:
«Los sistemas campesinos e indígenas de agricultura, caza, pesca y pastoreo que ayudan a cuidar la tierra y la alimentación deben ser apoyados adecuadamente con fondos y medios públicos no condicionados. Los mecanismos de mercado -como venta de carbono y servicios ambientales- deben desmontarse de inmediato y reemplazarse por medidas reales. Detener la contaminación es un deber que nadie puede evadir comprando derechos a seguir destruyendo.
(…) Repudiamos y denunciamos la economía verde como una nueva máscara para ocultar mayores niveles de codicia de las corporaciones y del imperialismo alimentario en el mundo y como una forma brutal de lavarle la cara al capitalismo, que sólo impone falsas soluciones como la agricultura climáticamente inteligente, como el comercio de carbono, REDD, la geoingeniería, los transgénicos, los agrocombustibles, el biocarbono y todas las soluciones de mercado a la crisis ambiental.
Nuestro reto es restituir otra manera de relacionarnos con la naturaleza y entre los pueblos. Ese es también nuestro deber y nuestro derecho y por ello seguiremos luchando y llamamos a seguir luchando incansablemente por la construcción de la soberanía alimentaria, por la reforma agraria integral y la recuperación de los territorios indígenas, por poner fin a la violencia del capital, y por restituir los sistemas campesinos e indígenas de producción basados en la agroecología.»
Recursos adicionales:
– Manual de Justicia Climática (CEDAL- Perú)
– Voces del sur para la justicia climática (Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe)
– Llamamiento Global de las Mujeres por la Justicia Climática
– Declaración de la red internacional Justicia Climática Ahora!
– Falsas Soluciones para el Cambio Climático (Rising Tide North America y Carbon Trade Watch)
Artículo escrito y compilado por Majandra Rodriguez Acha